La moral no es una jaula
ni una prisión que quita la libertad. El conjunto de reglas, prohibiciones y
mandatos que propone, sirve por el contrario para custodiar la libertad, para
que el hombre pueda alcanzar, como individuo y como comunidad, su plena realización.
Como las reglas de la salud tienen como fin el garantizar nuestro bienestar
físico, así las normas morales son las condiciones necesarias para conducir a
la persona al pleno desarrollo de sus capacidades de conocimiento y de amor.
Tomemos como ejemplo las
reglas establecidas por la justicia. Si se respetan, se sirve en una sociedad
ordenada y pacífica. Si, por el contrario, no son respetadas se dan gravísimos
abusos, como robos, homicidios, discordias, engaños, egoísmos de todo tipo,
etc.
Otro ejemplo significativo
lo ofrecen las normas para conservar el medio ambiente. Si son respetadas,
entonces el medio ambiente ayuda al hombre a vivir feliz. En caso contrario
pueden derivarse consecuencias tan graves que pongan en peligro la misma
existencia humana.
Las reglas, como se ve, no
obstaculizan sino que facilitan y favorecen la consecución de los resultados
que nosotros deseamos.
Comprendamos así las
palabras de Jesús: "Si quieres entrar en la vida, observa los
mandamientos" (Mt. 19, 17).
1. ¿Qué es la moral
católica?
La moral católica es el
conjunto de las normas que enseñan al hombre cómo debe comportarse para vivir
según Dios, y así realizarse así mismo y alcanzar después de esta vida la
felicidad eterna del Paraíso.
2. ¿Es posible resumir en
pocas palabras la enseñanza de la moral católica?
Se puede resumir en pocas
palabras la enseñanza de la moral católica diciendo que la cosa más importante,
es más, la única cosa verdaderamente importante es vivir, crecer y perseverar
hasta el final en la gracia de Dios, observado los mandamientos y evitando el
pecado, sobre todo el pecado mortal, para merecer así la felicidad eterna.
3. ¿Es difícil practicar
la moral católica?
La moral católica es
exigente y comprometida, porque nos propone un ideal altísimo, el de vivir como
hijos de Dios, pero somos ayudados en nuestro camino por los ejemplos de
Nuestro Señor Jesucristo, de la Virgen María y de los Santos, y sobre todo por
la gracia del Espíritu Santo que nos da en los sacramentos y podemos siempre
pedir en la oración. La dificultad del empeño es después compensada por aquella
gratificación, paz y alegría interior que derivan de la conquista de todo gran
ideal.
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