«El pecado es una ofensa a Dios». La imperfección no llega a
pecado venial. Suele definirse como «la deliberada omisión de un bien mejor.
Pudiendo hacer un bien mayor se elige un bien menor».
P. Jorge Loring |
Fuente: Para Salvarte
HAY DOS CLASES DE PECADOS: MORTAL Y VENIAL.
«El pecado es una ofensa a Dios» 96. La imperfección no
llega a pecado venial. Suele definirse como «la deliberada omisión de un bien
mejor. Pudiendo hacer un bien mayor se elige un bien menor».
EL PECADO MORTAL SE DIFERENCIA DEL VENIAL, EN QUE EL MORTAL
ES GRAVE Y EL VENIAL ES LEVE.
1. No es lo mismo cometer un adulterio -que siempre es
grave-, que decir una mentirilla -que puede no tener importancia-.
El pecado grave rompe nuestra amistad con Dios. El pecado
venial, no, pero la enfría.
Algunos distinguen entre el pecado grave y el pecado mortal.
Pero ha dicho el Papa Juan Pablo II:
«El pecado grave se identifica prácticamente en la doctrina
y en la acción pastoral de la Iglesia con el pecado mortal...
»La triple distinción de los pecados en veniales, graves y
mortales, podría poner de relieve una gradación en los pecados graves.
»Pero queda siempre firme el principio de que la distinción
esencial y decisiva está entre el pecado que destruye la caridad y el pecado
que no mata la vida sobrenatural: entre la vida y la muerte no existe una vida
intermedia».
Por eso el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica no hace
distinción entre pecado grave y pecado mortal.
Los efectos del pecado mortal son: perder la amistad con
Dios, matar la vida sobrenatural del alma, y condenarnos al infierno, si
morimos con ese pecado.
1. Esto limitándose a los bienes espirituales.
Pero aun en los bienes naturales, ¡cuántas enfermedades,
cuántos encarcelamientos, cuántas ruinas, cuántas desgracias de familia no
tienen otro origen que un pecado contra la Ley de Dios!
Una mancha de grasa en una prenda de vestir nueva es motivo
suficiente para que la cambies. Si tienes la cara tiznada, te lavas
inmediatamente, porque así no puedes presentarte en ninguna parte.
¿Y no te da vergüenza que tu alma sea repulsiva a Dios y a
la Virgen?
Una piedrecita en el zapato no te deja en paz hasta que
logras quitártela, ¿y cómo puedes tener tranquilidad con un pecado mortal en el
alma?
Los efectos del pecado venial son: poner enferma la vida
sobrenatural del alma, y disponernos para el pecado mortal.
1. El pecado venial es una transgresión voluntaria de la ley
de Dios en materia leve.
Una tos pequeña, pero descuidada, puede llevar a la
sepultura. Un punto negro en un diente no es nada, pero si no se lo enseñas al
dentista, pronto todo el diente quedará dañado, y hasta puede ser necesaria la
extracción.
No es que el pecado leve se convierta en grave. Ni siquiera
que muchos pecados leves hagan un pecado grave. Sino que el pecado leve dispone
al pecado grave, pues debilita la voluntad y nos priva de gracias
sobrenaturales con las cuales podríamos luchar mejor contra el pecado grave.
«Pero los pecados veniales no nos excluyen del Reino de Dios».
Deberíamos poner especial diligencia en evitar los pecados
veniales plenamente advertidos y voluntarios.
Evitar también todos los semideliberados supone especial
gracia de Dios. Este privilegio lo tuvo María Santísima.
2. Un pecado que de suyo es leve, por ser la materia leve,
puede ser grave:
a) si el que lo comete cree, por error, que es grave: robar
una peseta.
b) si se comete con fin gravemente malo: insultar a otro
para que blasfeme.
c) si se hace a otro un daño grave o se pretende hacerlo, o
se es causa de grave escándalo: parejas pecando en público.
d) si al cometerlo, se expone uno al peligro próximo de pecar
gravemente: entrar por curiosidad en un cabaret.
e) en algunos casos especiales, en que se acumulan las
materias, como ocurre en algunos robos pequeños repetidos con cierta
frecuencia.
3. Hay personas a quienes les gusta preguntar siempre el
límite entre el pecado leve y grave. Pero esto a veces es tan difícil como
señalar en el arco iris dónde termina un color y dónde empieza otro. Por eso,
en la duda, muchos dicen al confesor: «Me arrepiento tal como esté en la
presencia de Dios».
«Los límites entre el pecado mortal y el venial varían de
penitente a penitente, y hasta en el mismo penitente varían de una vez a otra.
En efecto, el penitente no siempre presta la misma atención, ni se da la misma
cuenta, de la gravedad de sus acciones frente a la santa voluntad de Dios».
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