"Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del
Hombre" (Mt 24,30). La cruz es el símbolo del cristiano, que nos enseña
cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos.
Hoy parecemos asistir a la desaparición progresiva del
símbolo de la cruz. Desaparece de las casas de los vivos y de las tumbas de los
muertos, y desaparece sobre todo del corazón de muchos hombres y mujeres a
quienes molesta contemplar a un hombre clavado en la cruz. Esto no nos debe
extrañar, pues ya desde el inicio del cristianismo San Pablo hablaba de falsos
hermanos que querían abolir la cruz: "Porque son muchos y ahora os lo digo
con lágrimas, que son enemigos de la cruz de Cristo" (Flp 3, 18).
Unos afirman que es un símbolo maldito; otros que no hubo
tal cruz, sino que era un palo; para muchos el Cristo de la cruz es un Cristo
impotente; hay quien enseña que Cristo no murió en la cruz. La cruz es símbolo
de humillación, derrota y muerte para todos aquellos que ignoran el poder de
Cristo para cambiar la humillación en exaltación, la derrota en victoria, la
muerte en vida y la cruz en camino hacia la luz.
Jesús, sabiendo el rechazo que iba producir la predicación
de la cruz, "comenzó a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a
Jerusalén y sufrir mucho... ser matado y resucitar al tercer día. Pedro le tomó
aparte y se puso a reprenderle: '¡Lejos de ti, Señor, de ningún modo te
sucederá eso!' Pero Él dijo a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás!¡...porque
tus pensamientos no son de Dios, sino de los hombres!" (Mt 16, 21-23).
Pedro ignoraba el poder de Cristo y no tenía fe en la
resurrección, por eso quiso apartarlo del camino que lleva a la cruz, pero
Cristo le enseña que el que se opone a la cruz se pone de lado de Satanás.
Satanás el orgulloso y soberbio odia la cruz porque
Jesucristo, humilde y obediente, lo venció en ella "humillándose a sí
mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz", y así transformo la
cruz en victoria: "...por lo cual Dios le ensalzó y le dio un nombre que
está sobre todo nombre" (Flp 2, 8-9).
Algunas personas, para confundirnos, nos preguntan:
¿Adorarías tú el cuchillo con que mataron a tu padre?
¡Por supuesto que no!
1º. Porque mi padre no tiene poder para convertir un símbolo
de derrota en símbolo de victoria; pero Cristo sí tiene poder. ¿O tú no crees
en el poder de la sangre de Cristo? Si la tierra que pisó Jesús es Tierra
Santa, la cruz bañada con la sangre de Cristo, con más razón, es Santa Cruz.
2º. No fue la cruz la que mató a Jesús sino nuestros
pecados. "Él ha sido herido por nuestras rebeldías y molido por nuestros
pecados, el castigo que nos devuelve la paz calló sobre Él y por sus llagas
hemos sido curados". (Is 53, 5). ¿Cómo puede ser la cruz signo maldito, si
nos cura y nos devuelve la paz?
3º. La historia de Jesús no termina en la muerte. Cuando
recordamos la cruz de Cristo, nuestra fe y esperanza se centran en el
resucitado. Por eso para San Pablo la cruz era motivo de gloria (Gál 6, 14).
Nos enseña quiénes somos
La cruz, con sus dos maderos, nos enseña quiénes somos y
cuál es nuestra dignidad: el madero horizontal nos muestra el sentido de
nuestro caminar, al que Jesucristo se ha unido haciéndose igual a nosotros en
todo, excepto en el pecado. ¡Somos hermanos del Señor Jesús, hijos de un mismo
Padre en el Espíritu! El madero que soportó los brazos abiertos del Señor nos
enseña a amar a nuestros hermanos como a nosotros mismos. Y el madero vertical
nos enseña cuál es nuestro destino eterno. No tenemos morada acá en la tierra,
caminamos hacia la vida eterna. Todos tenemos un mismo origen: la Trinidad que
nos ha creado por amor. Y un destino común: el cielo, la vida eterna. La cruz
nos enseña cuál es nuestra real identidad.
Nos recuerda el Amor Divino
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único
para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna".
(Jn 3, 16). Pero ¿cómo lo entregó? ¿No fue acaso en la cruz? La cruz es el
recuerdo de tanto amor del Padre hacia nosotros y del amor mayor de Cristo,
quien dio la vida por sus amigos (Jn 15, 13). El demonio odia la cruz, porque
nos recuerda el amor infinito de Jesús. Lee: Gálatas 2, 20.
Signo de nuestra reconciliación
La cruz es signo de reconciliación con Dios, con nosotros
mismos, con los humanos y con todo el orden de la creación en medio de un mundo
marcado por la ruptura y la falta de comunión.
La señal del cristiano
Cristo, tiene muchos falsos seguidores que lo buscan sólo
por sus milagros. Pero Él no se deja engañar, (Jn 6, 64); por eso advirtió:
"El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí" (Mt 7, 13).
Objeción: La Biblia dice: "Maldito el que cuelga del
madero...".
Respuesta: Los malditos que merecíamos la cruz por nuestros
pecados éramos nosotros,
pero Cristo, el Bendito, al bañar con su sangre la
cruz, la convirtió en camino de salvación.
El ver la cruz con fe nos salva
Jesús dijo: "como Moisés levantó a la serpiente en el
desierto, así tiene que ser levantado (en la cruz) el Hijo del hombre, para que
todo el que crea en Él tenga vida eterna" (Jn 3, 14-15). Al ver la
serpiente, los heridos de veneno mortal quedaban curados. Al ver al
crucificado, el centurión pagano se hizo creyente; Juan, el apóstol que lo vio,
se convirtió en testigo. Lee: Juan 19, 35-37.
Fuerza de Dios
"Porque la predicación de la cruz es locura para los
que se pierden... pero es fuerza de Dios para los que se salvan" (1 Cor 1,
18), como el centurión que reconoció el poder de Cristo crucificado. Él ve la
cruz y confiesa un trono; ve una corona de espinas y reconoce a un rey; ve a un
hombre clavado de pies y manos e invoca a un salvador. Por eso el Señor
resucitado no borró de su cuerpo las llagas de la cruz, sino las mostró como
señal de su victoria. Lee: Juan 20, 24-29.
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