¿Qué es el Vía Crucis?
El Vía Crucis se acostumbra a realizar con mucha frecuencia
en la Cuaresma y la Semana Santa. Una práctica de piedad también para los días
viernes o de retiro espiritual.
La expresión latina "Vía Crucis" significa
"camino de la Cruz", es decir, el que recorrió Cristo durante su
Pasión, desde el Pretorio de Pilatos hasta el Calvario. Dicha expresión se
utiliza también de modo habitual para designar una forma de oración acompañada
de meditación sobre los acontecimientos ocurridos en ese camino de Cristo, al
que se añaden el hecho de su muerte en la cruz, el descendimiento de la misma y
su sepultura. Junto a diversas oraciones, en general de penitencia y
arrepentimiento, se van intercalando catorce meditaciones, que se llaman
«estaciones», porque los que hacen este ejercicio de piedad se «estacionan» o
detienen unos momentos para meditar en cada uno de los siguientes
acontecimientos o escenas:
Los precedentes del Vía Crucis datan de los primeros siglos
del cristianismo, de la piadosa compasión con que los cristianos primitivos
veneraban los pasos de la Vía Dolorosa. La española Silvia Eteria, peregrinó a
Tierra Santa en el siglo IV. Y en su Peregrinatio describe el ejercicio piadoso
de los cristianos de Jerusalén, recorriendo durante la Semana Santa el camino
del Calvario.
La mayoría de estas «estaciones» han sido tomadas del
Evangelio, otras las ha deducido o añadido la tradición piadosa del pueblo
cristiano con una sana lógica.
Las escenas o «estaciones» directamente descritas en los
Evangelios son las siguientes:
· Primera: en Mt 27,1-31; Mc 15,120; Lc 23,1-25; Jn 18,28-40
y 19,1-16.
· Segunda: en Jn 19,17.
· Quinta: en Mt 27,32; Mc 15,21 y Lc 23,26.
· Octava: en Lc 23,27-32.
· Décima: en Mt 27,35; Mc 15,24; Lc 23,34 y Jn 19,23-24.
· Undécima: en Mt 27-25 s.; Mc 15,24 s.; Lc 23,33 s. y Jn
19,18.
· Duodécima: en Mt 27,50-51; Mc 15,37; Lc 23,46 y Jn
19,30-33.
· Décimo tercera: en Mt 27,57-59; Mc 15,42-45 y Lc 23,50-53.
· Décimo cuarta: en Mt 27,55-61; Mc 15, 42-47; Lc 23,50-55 y
Jn 19,38-42.
Las otras estaciones tercera,
cuarta, sexta, séptima, novena que ha añadido la
tradición piadosa de los cristianos están relacionadas o deducidas de la descripción que los
evangelistas hacen del camino que recorrió Jesús hacia el Calvario. Son
posibles las caídas estaciones 3ª, 7ª y 9ª,
debido al agotamiento del Huerto, de los interrogatorios y sobre todo de las
vejaciones azotes, espinas y episodios que acompañaron al arresto. Se deduce al menos
una del hecho de haber pedido a Simón de Cirene que llevase la cruz, y se
suponen lógicamente otras caídas, aunque no podamos saber el número exacto. Fue
casi seguro el encuentro de Cristo con su Madre antes de la cruz (4ª estación),
según Jn 19,25-27 y otros pasajes. Es muy probable el episodio de la Verónica
según Lc 23,27 ss. y relatos escritos que se remontan a los siglos III y IV que
pueden depender de relatos y tradiciones orales anteriores.
En cuanto a los orígenes de este ejercicio piadoso, es
cierto que los cristianos de las primeras centurias veneraron los lugares
relacionados con la vida y muerte de Cristo. Esto se facilitó a partir de la
paz otorgada a la Iglesia por Constantino, con lo que se multiplicaron las
peregrinaciones a los Santos Lugares, y de las que se conservan descripciones
desde el s. IV. La célebre peregrina Eteria, por ejemplo, da una relación de
los actos que se celebraban en Jerusalén en la Semana Santa en los distintos
lugares relacionados con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Con motivo de las Cruzadas se manifestó aún más la devoción
hacia los lugares en que se había realizado algún episodio de la Pasión de
Cristo. No se contentaron los cruzados con haber venerado esos mismos lugares,
sino que trajeron a sus respectivos países la idea de realizar algo parecido a
lo que habían visto y obrado en Jerusalén. De ahí que se erigiesen en muchas
partes «Calvarios», luego «Vía Crucis», con los que los fieles manifestaban su
fervor, agradecimiento y amor a la Pasión de Cristo, oraban y meditaban en
ella, etc.
Los franciscanos contribuyeron mucho a extender y propagar
esta devoción, aún no muy bien definida, sobre todo cuando en el s. XIV se les
concedió la custodia de los Santos Lugares. También la difundió mucho el beato
Alvaro de Córdoba, dominico, a su regreso de Tierra Santa (1420). Después, el
principal apóstol de esta devoción fue San Leonardo de Puerto Mauricio, que, en
el curso de unas misiones por Italia (1731-51), erigió más de 572 Vía Crucis.
Había cierta diversidad con respecto al número de
«estaciones».
Fueron los franciscanos los que establecieron en sus
iglesias el número de catorce, para que los fieles las recorriesen a imitación
de los devotos peregrinos que iban personalmente a venerar los Santos Lugares
de Jerusalén. Parece que la forma definitiva, según se suele practicar hoy,
surgió en España. De aquí pasó a Cerdeña y a otros lugares. En el s. XX
diversos autores han pretendido que se añadiese otras estaciones, como la
Resurrección, con la que culmina la Pasión y Muerte histórica de Cristo, y su
Via Crucis continuado a lo largo de la historia humana.
La práctica del Via Crucis, pues, viene a arrancar de los
primeros siglos y se halla muy extendida entre los cristianos. Es necesario
meditar y conocer bien la vida y persona de Cristo, también su Pasión y Muerte,
para facilitar la identificación con El a que está llamado todo hombre. Esta
devoción es de gran importancia para la vida cristiana. Nos da la oportunidad de
contemplar la pasión y muerte de Jesús, nuestro Salvador. Contemplación de los
dolores en el cuerpo y en el alma del Señor. Recorrer la Vía dolorosa
actualizando sus sufrimientos. La pasión de Jesús es real y actual. El motivo
de sus dolores es el de siempre: el pecado. Cada vez que un cristiano peca, de
algún modo crucifica de nuevo a Cristo. En cambio, cuando llevamos por amor a
Jesús la cruz de cada día podemos decir, como San Pablo: "Completo en mi
carne lo que falta a la Pasión de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la
Iglesia" (Co 1,24).
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