El Pontífice explicó que el misionero es aquel “que se hace servidor del Dios-que-habla, que quiere hablar a los hombres y a las mujeres de hoy, como Jesús hablaba a los de su tiempo, y conquistaba el corazón de la gente que venía a escucharlo desde cualquier parte y quedaba maravillada escuchando sus enseñanzas”.
En una audiencia a los participantes del Capítulo General de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, también dijo que para que una misión sea auténtica “debe referirse y poner en el centro la gracia de Cristo que brota de la cruz” porque “creyendo en Él se puede transmitir la Palabra de Dios que anima, sostiene y fecunda el trabajo del misionero”.
“Ustedes son servidores y mensajeros del Evangelio, especialmente para aquellos que no lo conocen y lo han olvidado”, dijo.
“En el origen de su misión existe un don: la iniciativa gratuita del amor de Dios que les ha dirigido una llamada doble. A estar con Él y a ir a predicar”.
Francisco señaló que “en la base de todo está la relación personal con Cristo, radicada en el Bautizo, y, para algunos, reforzada por la Ordenación, para que así con el Apóstol Pablo podamos decir: ‘No vivo más para mí, es Cristo quien vive en mí”.
“Este vivir con Cristo –explicó– determina todo nuestro ser y nuestras acciones; y se vive y se alimenta sobre todo en la oración, en permanecer ante el Señor, en la adoración, en el coloquio corazón a corazón con Él”.
El Papa les pidió nutrirse siempre de la Palabra de Dios y acogerla “con la alegría del Espíritu, interiorizarla y hacerla carne de nuestra carne con María” porque “en la Palabra de Dios está la sabiduría que viene de lo alto y permite encontrar lenguajes, actitudes, instrumentos aptos para responder a los desafíos de la humanidad que cambia”.
Sobre su carisma, el Santo Padre resaltó que contribuyen “con alegría a la misión de la Iglesia, testimoniando el carisma de San Daniel Comboni, que encuentra un punto clave en el amor misericordioso del Corazón de Cristo por los hombres indefensos”. “En este Corazón está la fuente de la misericordia que salva y genera esperanza”.
Francisco recordó que como consagrados a la misión están llamados a “imitar a Jesús misericordioso y manso, para vivir vuestro servicio con corazón humilde, teniendo cuidado de los más abandonados de nuestro tiempo”.
Además, les solicitó: “no cesen de pedir al Sagrado Corazón la mansedumbre que, como hija de la caridad, es paciente, todo lo excusa, todo lo espera, todo lo soporta”.
También les invitó a acudir a “las periferias de la sociedad para testimoniar la perseverancia del amor paciente y fiel” y a tener “pasión por los hombres de nuestro tiempo, que se expresa con amor gratuito en la tarea de la solidaridad, especialmente hacia los más débiles y desfavorecidos”.
Por último, les invitó a que “sea de estímulo y de valentía el ejemplo de tantos hermanos que han ofrecido su vida por el Evangelio, dispuestos también al supremo testimonio de la sangre”.
Francisco recordó que la historia de los Combonianos “está marcada por una cadena ininterrumpida de mártires, que llega hasta nuestros días”. “Que ellos son semillas fecundas en la difusión del Reino y protectores de vuestro compromiso apostólico”.
El Papa se despidió revelando que “yo siempre, siempre he tenido una gran admiración por ustedes, por la labor que hacen, por los riesgos que deben afrontar”
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